jueves, 17 de enero de 2008

En el refectorio


Hoy Bosé/Bocusse, fanático de la cocina de temporada, nos ha preparado un menú nazi: ciervo con salsa de bayas (arándanos y gayubas), patatas asadas en grasa de oca , espárragos y calabacines. Borgoña del 78.


Para amenizar la pesada comida, y remedando el estilo de los refectorios de los monasterios medievales, yo les he empezado a leer en voz alta Las benévolas, de Jonathan Littell. Hasta que la Bartoli, esto es, nuestro coordinador Franklin, se ha levantado, me ha arrebatado el grueso tomo de las manos y lo ha tirado por la escotilla de popa. Luego, se ha vuelto a sentar y hemos seguido comiendo en silencio, hasta que ha tomado la palabra el geólogo Lyell/Cary Grant y ha dicho: -"pagaré en rubíes, espineles, calcedonias, crisopanes, malaquitas y ópalos a quien me diga por qué este menú es nazi. Tres han sido las respuestas; Franklin/Bartoli ha dicho: "porque es indigesto, pero laborioso de preparar"; Linneo/James Dean propuso: "porque la caza es un anacronismo salvaje, una vez que se descubrió la ganadería"; yo he dicho: "porque Franklin me ha tirado el libro"; Seberg ha añadido: "o bien, porque Bosé lo ha preparado"

2 comentarios:

Vanbrugh dijo...

Mmmm... porque es un menú que rezuma "Volksgeist", o como se llame, es el espíritu de la tierra hecho comida. Como si te comieras directamente los tótems tribales germánicos.

(La verdad es que el nacionalismo gastronómico es una de las vertientes menos ofensivas del nacionalismo.)

Anónimo dijo...

Exactamente, salvo el vino, ese es el menú que me sirvieron hace años en un centro de investigaciones cinegéticas y zoológicas de Austria.

Y sí resulto ofensivo, para mi estómago